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lunes, febrero 26, 2018

El fenómeno Daniel Peredo

"No logro aún comprender..." me dijo hoy en la mañana un compañero de trabajo. "¿Qué cosa?" Le dije. "... que el comentarista deportivo, el mensajero, llegara a ser más importante que el futbolista". Replicó con holgura mientras yo recién reparaba en la nueva noticia que anunciaba otro homenaje a Daniel Peredo, el célebre comentarista al que un golpe fulminante al corazón se lo llevó tempranamente, dejando no poca conmoción a escala nacional. 

"Tienes razón. Tienes mucha razón. El se ha convertido, curiosamente, en un símbolo de unidad singular entre todos los peruanos. Pero tienes razón nuevamente. Por qué será que se ha vuelto tan importante..." terminé.

Los homenajes no paran. Ingeniosos memes que se repostean en los muros virtuales por doquier, donde se logra apreciar vigorosas imágenes del narrador contando las imaginadas peripecias que el seleccionado peruano haría en Rusia. Un mural dibujado por el artista "Salsa" junto al resto de rostros de la selección mundialista en la calle Atahualpa del Callao, al que el imaginario popular terminará diciendo, es que no eran 11, eran 12 los jugadores junto con Peredo. La municipalidad de Lima anunciando que rendirá tributo a Peredo poniendo su nombre al nuevo polideportivo del Puericultorio Pérez Araníbar. El emergente culto desborda a más no poder sorprendiendo a propios y extraños, convirtiendo sin saber a Daniel Peredo en quizás el nuevo santo nacido al que el hincha rezará porque "un gol más... va a haber". 

Desde España 82, debo confesar, no he seguido el largo y tortuoso trecho por el que ha caminado la selección peruana para clasificar finalmente para el mundial de Rusia 2018. La depresión juvenil post España 82 me dejó sin fuerzas para saborear ese amargo cóctel al que la selección peruana nos pretendía hacer tragar como costumbre de fin de semana: pequeñas victorias pírricas del cero a cero frente a equipos estrellas, seguidas de insufribles derrotas ante equipos internacionales que no sabían tocar una pelota con la gracia con la que sólo lo sabía hacer Perú. 

Sí. Yo no estaba dispuesto a ver repetir la misma historia año tras año: a la felicidad de una victoria con el contador mínimo, le sucedía una o varias derrotas profundas y penosas. Los narradores y titulares nos rellenaban al unísono con los relatos por la búsqueda para salvar el honor, y poco después emergía incólume la cantaleta de que todavía era "matemáticamente posible" pasar o clasificar al siguiente nivel. No había santo ni santa a la cual no haya rezado la hinchada, no había héroe, ni jugador para los nuevos tiempos a cual rogarle que por favor, esta vez sí, logremos la clasificación.

Hasta que de pronto, comencé a escuchar que ahora si, en serio, habían cambios. Primero Gareca. El director técnico que había sacado al Perú del mundial en aquel lejano 1982, ahora estaba de entrenador del equipo peruano con una propuesta sólida para hacerlo clasificar. Cuando se logró y todos lloraron de alegría y emoción, le agradecieron profundamente con decenas de memes que reclamaban se convirtiera en el Presidente del Perú. Un país que no se hace paltas para escoger un presidente de ascendencia japonesa o americana, menos se va a poner a cuestionar la nacionalidad argentina de alguien quien como Gareca, hace ganar a la selección. Es un peruano más. Punto. El problema es que su popularidad bien ganada no le permite convertirse en un héroe nacional. Para que sea héroe, tiene que haber una tragedia bien arraigada en el corazón peruano.

Así, poco tiempo después del júbilo nacional por la clasificación, surgió la historia del último gol decisivo de la clasificación peruana que estuvo a cargo de Paolo Guerrero. Aquel gol, decía este nuevo capítulo de la historia del fútbol peruano, no llevaría a su ejecutor al mundial de Rusia por habérsele encontrado positivo en la prueba antidopping en el mismo partido jugado. El sol se puso en el Perú. Nadie podía explicarse lo sucedido. Con una película biográfica a cuestas, donde se narraba sus orígenes humildes jugando en el Club de Alianza Lima y cómo poco a poco logró ascender hasta convertirse en la estrella que acaparó diversos títulos futbolísticos notables como el del máximo goleador del equipo peruano; nadie podía presagiar la terrible desgracia que sufriría su figura ante tal hecho. El martirio sufrido por Paolo fue compartida por la angustia de todos los peruanos. Yo mismo me ví sofocado por dicho suceso. Tanto en las esquinas, como en los buses, o las cantinas, los peruanos derrocharon cientos de horas en analizar acaloradamente las implicancias de no contar con su bombardero principal. No obstante, la rebaja de la pena anunciada por la FIFA luego de su apelación, han diluido los temores, y Guerrero, será una estrella nuevamente, pero no será un héroe, ni un santo a quien rezar. Era el héroe imperfecto de Jaime Bedoya.

De pronto, en el compás de espera entre el último partido jugado entre Perú y Nueva Zelanda en noviembre último y el inicio del mundial de este año, ocurrió lo inesperado. Murió Daniel Peredo, el narrador de fútbol que vibró junto con todos los peruanos cada minuto de los 90 reglamentarios de los últimos cuatro años, que decía las frases que cualquiera habría dicho si hubiera tenido el mismo micro, que soñaba con narrar la nueva historia del Perú que se escribiría con la catapulta de Rusia hacia el 2021. Al morir, románticamente, no en el set, ni en el palco, sino en la cancha, como una semilla lanzada al campo, podía dar lugar que con su muerte, naciera el héroe que le faltaba al país para la juventud de hoy. Un país desencantado de la política, que no encuentra lugares comunes ni en izquierda ni en derecha, ni en la religión. Una juventud que ve lejana la muerte de Sandro Baylón o los once potrillos que nos hubieran llevado al mundial hace tiempo. Un país que le faltaba a quien rezar al fenómeno perfecto para este mundial "un gol más, va a haber". 

Picos de búsquedas en Google de Paolo Guerrero, Jefferson Farfán, Ricardo Gareca, Christian Cueva y Daniel Peredo.
Fuente: Google Trends Perú