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miércoles, noviembre 22, 2006

Dinámica del sistema de partidos políticos peruano

En contraste con el análisis unidimensional numérico de clasificación de los sistemas de partidos políticos realizado por Maurice Duverger en su libro Los partidos políticos, Giovanni Sartori construye una teoría más amplia para describir lo que sería una tipología de los sistemas de partidos políticos según el grado de fragmentación y de polarización que los partidos tienen entre sí. La ventaja de esta segunda aproximación es que explica con mayor naturalidad y precisión la dinámica de poder existente en los sistemas políticos de diferentes países del mundo.

Por ejemplo, en el caso peruano, a partir de los noventa, cabe destacar como el sistema político peruano se comportó en un primer momento mostrando las características de un partido hegemónico. En efecto, la presencia de varios partidos contendientes con el partido de gobierno fujimorista no significaba que este fuera un sistema de partidos competitivo. Todo lo contrario. Este era más bien un sistema no competitivo pues el gobierno Fujimorista impedía una competencia oficial por el poder (ya sea por la vía jurídica o de facto) haciendo todo lo posible para que estos no contaran con las condiciones mínimas de equidad en cada proceso electoral. De esta manera no se podía asegurar que hubiera alguna posibilidad de alternancia en el poder donde Fujimori despotricaba cada vez que podía a los partidos políticos existentes a la vez que contaba con el apoyo mayoritario de la población.

Luego, en las elecciones entre Toledo y Fujimori, se podría hablar que apareció brevemente un sistema de pluralismo moderado, con tendencia bipartidista, puesto que aunque estaban presentes la mayoría de los partidos de oposición que en el sistema hegemónico eran “partidos de segunda”, ellos cobraron cierta capacidad de coalición para dar soporte político a la principal figura carismática opositora del Fujimorismo: Alejandro Toledo. Por esto se podría decir que era un sistema competitivo compuesto aparentemente de dos fuerzas opositoras, pragmáticamente distantes (uno democrático y el otro corrupto), siendo una de ellas la que concentraba a varios partidos de oposición débilmente coalicionados y la otra ubicada en el oficialismo. Cualquiera de los dos podía obtener el poder con apretada diferencia electoral.

Al término del gobierno de Toledo, se inició una nueva competencia electoral que tiene visos de convertirse de un sistema bipartidista medianamente polarizado (en las elecciones presidenciales) a uno de pluralismo altamente fragmentado mas no necesariamente polarizado (en las recientes elecciones municipales). Esto se debe a que en el primer caso, el competidor más importante de los partidos más democráticos (Alan García y Lourdes Flores) era Ollanta Humala el que estableció un discurso belicista y hasta cierto punto ideológicamente conflictivo con las otras opciones. En la segunda vuelta electoral, el grado de polarización se incrementó de tal manera que el hecho de haber ganado Alan García determinó la fragmentación atomizada de la representación que intentaba cohesionar Ollanta Humala.

No obstante, lo curioso del anterior fenómeno es que este ha estado acompañado por el proceso de fragmentación interna del partido aprista. En efecto, la dirigencia aprista no ha podido mantener la cohesión política y electoral a favor de su partido. Esto podría explicarse en parte a los resultados adversos de continuar con la campaña de derechización del APRA para ganar votos durante las elecciones presidenciales que se tradujo luego en la no provisión de cargos públicos a los miembros del partido por el sólo hecho de contar con el carnet aprista. Un mecanismo subyacente puede explicar este cambio de sistema político tan vertiginoso: el elector peruano tiene un comportamiento distinto según el espacio y momento político que corresponda.

Efectivamente, el peruano parece no tener lealtades políticas. Sólo se configuran comportamientos buscadores de renta. Es probable por ejemplo que durante las elecciones presidenciales, el APRA haya tenido una mayor preferencia electoral ante la expectativa de lograr puestos de trabajo en un futuro gobierno. En las elecciones municipales, las contiendas políticas locales cobran mayor relevancia y el partido aprista aparece lejana en la ciudad capital y por lo tanto irrelevante para elegirlo en la boleta electoral. Sea como fuere, Giovanni Sartori, permite ordenar la discusión acerca de la dinámica electoral y su análisis conduce a implementar políticas que mejoren el nivel de institucionalidad democrática para beneficio de la ciudadanía y la representación.

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