La evolución reciente de la crisis internacional plantea intervenciones de los gobiernos del Norte cada vez más extraordinarias. Mientras que el Tesoro de los Estados Unidos anuncia planes de salvataje del orden ya no por miles de millones sino más bien por billones de dólares[1], el Grupo de los 20 anuncia una nueva reunión para principios del mes de abril para discutir “como revivir la economía mundial”[2]. Entre las prioridades que se tomarán en cuenta en esta reunión se encuentran las iniciativas en contra de la ola de proteccionismo global, la reforma de la regulación financiera, el desmantelamiento de los paraísos fiscales, la reforma del FMI, el mayor protagonismo de las economías emergentes y el probable paquete de estímulo global.
Algunas de estas propuestas han sido suscritas y promovidas por la Red Latinoamericana de Deuda, Desarrollo y Derechos (Latindadd). Sobre todo las que conducen a la implementación de un modelo de desarrollo viable para América Latina, a saber, la reforma de la arquitectura financiera global y la búsqueda de una mayor justicia tributaria. En el primer caso la propuesta comprende el desarrollo de dos ejes claves: la regionalización de las finanzas y la refundación de las organizaciones de Bretton Woods. En el segundo, se plantea el desmantelamiento de los paraísos fiscales y del secreto bancario con la finalidad de revitalizar la capacidad fiscal de los Estados para financiar bienes públicos libres de la toxicidad innata de las nuevas deudas.
Pero otras propuestas no necesariamente toman en cuenta los caminos de solución a la crisis que se han propuesto insistentemente desde el Sur. Por ejemplo ¿Qué hay de la responsabilidad de los países del Norte sobre las deudas odiosas e ilegítimas que todavía asfixian al mundo en desarrollo? ¿Qué hay de su responsabilidad sobre el problema del cambio climático a escala global? ¿Por qué los países del Norte pueden proteger o rescatar a sus empresas a costa de dos de sus principios ideológicos más exigidos al mundo en desarrollo: el equilibrio fiscal y la propiedad privada? ¿Por qué los países desarrollados dedicarían apenas el 0.7% de sus paquetes de estímulo nacionales si el compromiso histórico es aún mayor: 0.7% de sus PNBs anuales? ¿Por qué no se discute las soluciones a los problemas mundiales en un espacio más democrático e inclusivo como es el de las Naciones Unidas y no en un club cerrado de ocho o veinte países poderosos que sólo velará por sus prioridades?
Las respuestas a estas preguntas tienen que ver con la necesidad que tienen los países más ricos de asegurar su prosperidad limitando las posibilidades de industrialización de los países menos desarrollados, generosamente abundantes en materias primas. Es un modelo de integración injusto que perpetúa la pobreza y la desigualdad. Es por ello un modelo de integración tóxico porque genera ganancias privadas durante el apogeo (creando desigualdad) y crisis generalizadas a escala global que son pagadas por todos, porque no se fundamenta en los principios de economía solidaria con equidad de género y uso racional de los recursos naturales. Si los países industrializados hubieran destinado los pocos recursos solicitados para brindar una oportunidad a millones de seres humanos para salir de la pobreza[3] probablemente ahora no hubiera sido necesario inyectar tanto dinero –sin éxito- para rescatar a sus grandes capitalistas. Habría sido costo eficiente para los países desarrollados atender a los costos para alcanzar los ODM en vez de afrontar costosamente la actual crisis. Sus intervenciones parecen más bien agravar la crisis ya que el capital continúa hambriento de recursos frescos y gratuitos sin arriesgar.
Frente a esta realidad en curso, propuestas como las de Ha-Joon Chang[4], es decir, la de construir una combinación pragmática de comercio libre (entre las grandes potencias) con proteccionismo para la “industria infante” de los países en desarrollo parece ser una de las medidas más coherentes para permitir que el mundo tenga posibilidades de crecer a pesar de la crisis. En todo caso, es necesario que tanto los gobiernos del Norte como del Sur puedan discutir soluciones conjuntas para lograr un contrato social de escala global. Las soluciones que provengan de un solo lado de la esfera dejarán de lado los intereses de la otra, que en buena cuenta no tendrían por qué ser distintas: que las finanzas y el comercio estén al servicio del desarrollo y el buen vivir de toda la humanidad.
[1] FED, Nota de prensa del 18 de marzo de 2009.
[2] FT.com, 11 marzo 2009.
[3] El Banco Mundial estimó que se necesitaban desde el 2000 al 2015, entre 40 y 70 miles de millones de dólares para alcanzar los objetivos del milenio. Esto es, 600 mil millones o un billón de dólares para alcanzar los ODM en el mundo entero. Shantayanan Devarajan et al, 2002, PRWP 2819, The World Bank.
[4] Ha-Joon Chang, Jobs, not shopping, Prospect Magazine, Issue 156, march 2009.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario