Julio Castro Gómez, Decano del Colegio Médico Peruano, a propósito del último informe del MINSA que sitúa al Perú como el segundo país de sudamérica con mayor número de enfermos de tuberculosis, afirma:
El Perú está en una etapa de crecimiento económico sostenido, pero de manera inexplicable se produce el crecimiento de los casos [de tuberculosis], vinculado a las condiciones socioeconómicas, en particular la pobreza, donde la tuberculosis encuentra su caldo de cultivo.
En realidad si hay explicación. Si uno observa las estadísticas de déficit calórico, publicadas por el INEI, veremos que estas han ido aumentado sostenidamente durante el 2008. Las estadísticas de déficit calórico revelan cuál es la proporción de la población que no logra cubrir su requerimiento mínimo de calorías. Esta se sitúa alrededor de 2200 calorías diarias por persona, habiendo variaciones de unas cuantas calorías más o calorías menos según la región natural que consideremos ya que dependiendo de la actividad física hay zonas cuyo mínimo necesario puede ser mayor o menor correspondientemente. El déficit de calorías no es otra cosa que la presencia de hambre o de malnutrición.
Dos son los fenómenos que pueden llevar a una persona o familia a no cubrir su requerimiento mínimo de calorías: la inflación y la falta de provisión de alimentos por parte del Estado. Si vemos las estadísticas trimestrales correspondientes tendremos la figura completa.
Para comenzar la inflación tuvo un comportamiento alcista desde mediados del año pasado por el impacto del alza de precios de los alimentos en todo el mundo. A esto se añadió que la Universidad del Pacífico causó revuelo con su análisis de que los pobres sufren una inflación casi dos veces más alta que la que observa la población promedio. Osea que los pobres son los primeros en ser afectados por la crisis internacional debido a que su canasta alimentaria representaba más del 70% de su gasto familiar. El impacto inmediato es que la gente tiene menos capacidad de consumo, no puede cubrir sus requerimientos nutriciales y en consecuencia, aumenta la incidencia de hambre.
Pero después se añade el impacto de la caída de la cobertura de los programas alimentarios. Esta tuvo su mínimo histórico en el segundo trimestre del 2008, cerca del 20%, justo cuando el crecimiento económico seguía rebosante de dinamismo. Entonces el hambre se mantuvo alto pero no estacionario pues la población ha seguido creciendo. El tercer trimestre ha habido un impacto inmediato de la recuperación de la cobertura de los programas alimentarios, pero como la inflación ha continuado al alza, todavía persiste una tendencia hacia arriba en el porcentaje de hambrientos y malnutridos.
El resultado es que la población no sólo es proclive a enfermarse más, sobre todo de tuberculosis, sino que también se espera un menor rendimiento físico e intelectual. Estos problemas no debieran haber ocurrido si el Estado peruano se hubiera preocupado más por fomentar la equidad y el empleo digno en nuestra sociedad.
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