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martes, abril 29, 2008

Una curva de Phillips para el Perú

El reciente fenómeno del aumento de los precios parece haber sorprendido al mundo entero. Los medios locales e internacionales nos bombardean a cada instante con las notas y entrevistas a especialistas para que nos expliquen un poco más, sobre lo que está pasando, y cuales serían los efectos de esta situación sobre los distintos agentes económicos. En general, todos coinciden en señalar que quienes van a perder con esta escalada inflacionaria son los países pobres, y dentro de ellos los que van a perder más, son los consumidores de las áreas urbanas, ya que los pobladores rurales podrían ganarse ‘alguito’ por la mejora de los precios en sus productos agrícolas.

El saldo neto de esta historia será de pérdida para los países pobres. Así lo afirma Robert Zoellick, actual presidente del Banco Mundial, para quien la crisis mundial de los alimentos podría significar la pérdida de siete años de la lucha contra la pobreza en el mundo. Excepto para el caso del Perú, donde según una investigación del propio Banco (PRWP 4594), el aumento de los precios de los alimentos podría estar reduciendo los niveles de pobreza totales al ser exportadores netos de varios de esos productos (excepto el trigo).

Lo que no toma en cuenta dicho estudio, es el impacto que tendrá la recesión mundial sobre el PBI peruano y, a través de ello, sobre el mercado de trabajo. Para esto nos ayuda un poco, el estudio del FMI (WP/07/176) que afirma lo siguiente: cerca del 40% del dinamismo de nuestro PBI se encuentra explicado por la actividad económica mundial, lo que implica que somos muy vulnerables al desempeño de ella. Si al mundo le va bien, a nosotros también y viceversa. De ambos estudios, es decir del BM y del FMI, podemos concluir que, por la vía de los precios no vamos a obtener un mayor nivel de pobreza, sino más bien, por la vía de una desaceleración de nuestra economía provocada por la recesión económica mundial.

Lo curioso de esta situación es que por el momento estamos asistiendo a un proceso sostenido de alza de los precios con elevados niveles de subempleo invisible (aquel que se mide por el lado de los ingresos). Esto me hace recordar a la clásica relación macroeconómica entre inflación y desempleo, llamada curva de Phillips, pero que en nuestro caso sería entre inflación y subempleo invisible. En efecto, a partir del 2001, no podríamos estar hablando de un estado de ‘estanflación’ para países como el nuestro, sino más bien de “subemplación” o “precarinflación”. Esto es, una situación de elevado subempleo (precarización del empleo) con alta inflación. ¿Puro juego de fusión de palabras ante la revelación de una singular regularidad empírica? No lo creo. En todo caso, esta situación debe llevarnos a una recomendación de política fundamental: que se promueva la mejora de la calidad del empleo para afrontar exitosamente esta nueva crisis mundial.

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Artículo publicado en el boletín Economía & Bienestar 11, abril, 2008.


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