Los nombramientos ministeriales del Dr. Alan García Pérez y su discurso inaugural como Presidente Constitucional parecen haber causado mucha felicidad a varios grupos de personas en el Perú. En realidad, Alan quiere hacer feliz a todos los peruanos comenzando por los grupos que la mayor parte de las veces son felices con cualquier gobierno. La derecha política y opusiana aparece feliz ante la elección de Rafael Rey como Ministro de la Producción. Washington y las Multilaterales, y quizás uno que otro empresario por ahí, aparecen felices ante la designación de Luis Carranza en la cartera del Ministerio de Economía. Las manuelas y demás organizaciones formales e informales con enfoque de género se congratulan por tener 6 ministras, que más allá de ser mujeres, son profesionales reconocidas en el medio. Finalmente, los apristas, con 6 ministros al frente, han recibido el tutelaje general ministerial y algunas áreas temáticas que pueden dar brillo al espíritu nacionalista y redistributivo de Víctor Raul Haya de La Torre (todos los ministros apristas juraron en nombre suyo e incluso por los mártires de su partido). En resumen, los nombramientos ministeriales han sido pensados para grupos específicos de la sociedad burguesa peruana.
El discurso, por su parte, fue pensado para hacer feliz al pueblo. Este discurso irrumpió contra el gobierno de Toledo calificándolo de poco democrático, engorroso e irresponsable con el manejo del Estado lo que se encontraría en la base de la infelicidad de la mayoría de los peruanos, aquellos que se encuentran en la pobreza y en la indigencia. Su diagnóstico sirvió para presentar una serie de medidas para racionalizar el gasto excesivo del Estado, redistribuir hacia proyectos sociales, declarar una serie de exoneraciones para incentivar la industrialización de los Andes, proponer algunas medidas interesantes para reformar los servicios de educación y salud públicas y declarar –modestia aparte– el objetivo nacional de convertir al Perú en líder de las economías de América Latina al término de los próximos diez años. Estas declaraciones con toda seguridad han buscado provocar la felicidad de muchos peruanos confundidos entre el pueblo (o como pueblo confundido), aunque probablemente ellas hayan sido tomadas con mucha cautela, ya que en realidad las tristezas y amarguras ocasionadas durante su gestión en los ochenta lo condena. De hecho, la lectura de este proyecto no ha sido muy bienvenida por varios especialistas ya que en el fondo suena a algún proyecto reeleccionista como partido. Es probable que Alan haya previsto la escena que dejará el 2011, cuando las palabras de este discurso inaugural se las haya llevado el viento y tenga que pronunciar unas nuevas en su discurso de despedida. Por lo tanto, exclamará: “¡Oh pobres del Perú! Se que no he logrado hacerlos felices esta vez, pero, por la memoria de VRHT, voten por nosotros una vez mas para completar el trabajo aunque sea sin mi”. La pregunta es ¿Podrá endosar votos a otro lider aprista? ¿Quien será el delfín de Alan García? ¿Jorge del Castillo? ¿Mauricio Mulder?.
Por otra parte, también han quedado felices otros grupos non sanctos. La omisión del discurso sobre la lucha contra la corrupción ha sido más que evidente. Los fujimoristas, los montesinistas, los toledistas, e incluso ¡los apristas! que han tejido y mantenido las grandes redes de corrupción al interior del Estado han podido respirar tranquilos y sonreír de felicidad luego del discurso. Todavía me resulta indescriptible el caminar del grupo que entraba hoy 28 de julio al Congreso por el Hall de los pasos perdidos: el Dr. Alan García secundado y flanqueado por Mauricio Mulder, Jorge del Castillo, Jorge Bruce y Santiago Fujimori. No digo que ellos representen la corrupción. Pero existen evidencias muy claras en al menos dos de los personajes de este grupo que ahora ocupan cargos importantes en la política peruana que se encuentran implicados en serios problemas de corrupción y violación de los derechos humanos. De alguna manera esta situación me hizo recordar la bien formulada escena de “Camino a Perdición” entre Paul Neuman y Tom Hanks cuando el primero dijo al segundo: “There is only one guarantee. None of us will see Heaven”.
¿Quienes quedaron infelices? Para comenzar, buena parte de los empleados públicos que encontraron los incentivos para ingresar al Estado como único medio para formar parte de una clase media mundial, comenzando por los congresistas y terminando por el chofer o el barrendero de Palacio de Gobierno. Es probable que también se hayan sentido incómodos, más no infelices algunas referencias poco amigables establecidas en términos de competencia comercial respecto de sus gobiernos como por ejemplo Chile y quizás una poca la hayan sentido también Colombia y Brasil. También los empresarios pueden haber sentido un cierto sinsabor al escuchar que a los trabajadores les deben ser reconocidos sus derechos laborales; las transnacionales mineras han sido advertidas de que pueden perderlo todo si no hay una mayor responsabilidad social. Respecto a esto último llegó a asociar la palabra “nacionalización”, pero en un sentido hipotético, ya que Alan no tiene como referencia para ejecutar decretos supremos amparados ni en la Constitución promovida por Haya de La Torre ni en la modernidad globalizante que envuelve a nuestro país. Simplemente, es un viejo aprista, al que la modernidad le dio la oportunidad de gobernar otra vez.
La felicidad ha sido un tema recurrente en este artículo. Sorprendentemente, este no es un tema menor en la actualidad. De acuerdo con Adrian White, psicólogo social de la Universidad de Leicester del Reino Unido, el concepto de felicidad, o satisfacción de la vida, es un área principal de investigación en economía y psicología, muy relacionada con los recientes descubrimientos en la psicología positiva. La relación entre estas dos ramas de las ciencias sociales se ha fortalecido recientemente. En efecto, el 2002, el premio Nóbel de Economía lo recibió un psicólogo y no un economista (el israelí Daniel Kahneman). De acuerdo con White, existe un creciente interés político en el Reino Unido y en muchas otras partes del planeta para usar medidas de felicidad como un indicador en conjunción con medidas de riqueza. Esto ha quedado demostrado con una reciente encuesta realizada por la BBC en el que se encontró que “el 81% de la población piensa que el Gobierno debería concentrar sus esfuerzos en hacer a la población más feliz antes que más rica”. A partir de estas preocupaciones, White procuró construir un mapa de la felicidad en el mundo encontrando una posición para cada uno de los 178 países que analizo. Según las correlaciones realizadas por este investigador, la felicidad se encuentra estrechamente relacionada con el acceso a servicios de salud (correlación de 0.62), seguido de la riqueza (0.52) y finalmente con la provisión de servicios educativos (0.51). El Perú, se encuentra dentro de los últimos lugares, cual novedad en estos rankings mundiales y no sólo a en Hispanoamérica.
1. Ranking de satisfacción con la vida SWL (satisfaction with life) calculado a partir de la base de datos publicada por New Economics Foundation (2006).
2. Índice SWL calculado a partir de la base de datos publicada por New Economics Foundation (2006).
3. Indicador de Esperanza de vida tomado de UN Human Development Report (2003)
4. GDP per capita publicado por la CIA (2006), datos en US$.
5. Puntaje de acceso a la educación secundaria publicado por la UNESCO (2002)
Fuente: Adrian White 2006, Analytic Social Psychologist, The World Map of Happiness, University of Leicester.
Al margen del escepticismo fundado o no que uno pueda tener acerca del impacto que tendrán el discurso presidencial del Dr. Alan García y su reciente inaugurado gabinete ministerial sobre la felicidad de los peruanos, no solo en estos dos siguientes lustros (recordemos que su discurso inaugural en 1985 ha tenido impacto hoy aun luego de haber pasado 16 años), sino en las próximas generaciones, creo que es importante primero establecer que es lo que los peruanos entienden por felicidad y como ellos se conciben en una mejor situación. Para ello es importante que el nuevo gobierno no tome un diagnóstico beligerante con el gobierno saliente, ni con los líderes y ciudadanos de nuestros países vecinos. En un mundo globalizado como el de hoy, el Perú debe dar ejemplo de una estrategia de cooperación antes que de competencia pues los costos económicos y sociales de pelearnos política y comercialmente son altísimos. No niego la posibilidad de ser competitivos y de tener un proyecto nacional que motive a todos los peruanos a superarse. Niego más bien la pretensión de ser un ejemplo de desarrollo económico sin tomar en cuenta la cooperación con el resto de las naciones vecinas de modo que ellas también resulten felices ganadores de este juego planteado por Alan. El desarrollo en la actualidad no se concibe únicamente como una estrategia interna, sino también como una estrategia de coordinación entre países vecinos. El APRA no salvará por si solo al Perú. Es necesario hacerle recordar esto a Alan. Estas próximas elecciones municipales serán una suerte de referéndum de su discurso y gabinete que ha presentado este 28. No se todavía como le responderán los países de nuestro costado.
Ojala escuche a tiempo.
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Foto tomada del diario La Tercera de Chile.