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lunes, octubre 26, 2009

Premio al Reportaje sobre Biodiversidad Perú

Acabo de enterarme que un reportaje realizado sobre el tema de los modelos de desarrollo en la amazonía peruana, realizada por los periodistas Felipe Gamarra y Luis Davelouis del diario El Comercio, ha ganado el tercer lugar en el premio Reportaje sobre Biodiversidad en Perú. Felicitaciones a ambos periodistas y felicitaciones también a quienes obtuvieron el primer y segundo lugar por la importante contribución a la sensibilización sobre estos temas urgentes para la sociedad peruana y global.

A continuación reproduzco el artículo de referencia, al cual tuve el honor de contribuir con algunas reflexiones sobre el tema como entrevistado (cursivas mías):
Dinero vivo y por siempre
Luis Felipe Gamarra / Luis Davelouis
Diario El Comercio, Lima, Lima (enlace aquí)

La selva en cuidados intensivos

A LA SELVA SOLO SE ENTRA PARA SACAR ALGO. ASÍ HA SIDO SIEMPRE: DESDE EL “BOOM” DEL CAUCHO HASTA LOS ACTUALES LOTES DE GAS Y PETRÓLEO. NUNCA LA RIQUEZA, SALVO PARA MUY POCOS, LLEGÓ A LAS COMUNIDADES NATIVAS, CUYAS CULTURAS Y ECOSISTEMA SE SIGUEN AMENAZANDO Y DEPREDANDO. NO TIENE QUE SEGUIR SIENDO ASÍ.

“La selva del Perú, según se la mire, es un averno de monstruosidades o un caleidoscopio de maravillas. Suele ser para algunos tierra prohibida, para otros tierra de promisiones. En rigor, es de una belleza intrincada y tumultuosa y un venero de riquezas incalculables, y a veces incontrolables, que únicamente esperan el esfuerzo organizado del hombre. En última instancia, solo es víctima de su propia grandeza”, escribió en 1942 Emilio Delboy, miembro de la Sociedad Geográfica de Lima.

Han pasado casi 70 años desde que Delboy publicó “Memorándum sobre la selva”, un libro escrito en forma de carta al presidente Manuel Prado sobre su punto de vista para el desarrollo de la selva. Sin embargo, a pesar de los años, en los que la Amazonía ha seguido marchitándose, como corolario irreversible de la falta de políticas sostenibles, el tema, tal como lo han afirmado los analistas más reputados del país, tras los ensangrentados sucesos en Bagua, sigue en debate.

Para este informe hemos entrevistado a antropólogos, sociólogos, historiadores, políticos, empresarios y economistas, muchos de estos últimos presentes en el Gobierno después del régimen del general Morales Bermúdez, para preguntarles sobre las alternativas de desarrollo sostenibles para la selva. Para mayor sorpresa, la mayoría se lo preguntó por primera vez delante de nosotros.

¿QUÉ ES LA SELVA?

Está integrada por las regiones de Amazonas, Loreto, Madre de Dios, San Martín y Ucayali, en las que vive el 8% de la población del Perú. En la selva, en promedio, el 32% de sus habitantes es pobre, pero existen regiones, como Amazonas, en las que la pobreza alcanza al 60% de la población. Durante los últimos años de “boom” económico, en el que el PBI superó la barrera del 9%, la pobreza en la selva se redujo menos que en la costa. Según cifras del Banco Mundial, mientras que un punto más en el PBI significaba 2,4% menos de pobres en la Lima, en Bagua representaba solo 1%.

En estos departamentos existen alrededor de 1.350 comunidades nativas —cada una con sus respectivos apus o líderes— que pertenecen a 16 familias lingüísticas, como los arawak, harakmbut, pano y jíbaro, entre las más numerosas. A ellas pertenecen las tribus asháninkas, huitotos, achuar, aguarunas, huambisas y shipibos, que comparten sus territorios con concesiones mineras, petroleras, gasíferas y forestales.

Para la selva, alta y baja, se han ejecutado diversos modelos de desarrollo, con énfasis en el crecimiento, que han llegado incluso a ser legislados: desde las concesiones forestales hasta la explotación de hidrocarburos —que reportan ingresos a las regiones a través del canon e impuestos—, pasando con diferente fortuna por la explotación de caucho, los cultivos alternativos, la silvicultura, las piscigranjas y el ecoturismo, entre otros. Sin embargo, casi ninguno contribuyó con el desarrollo personal de los pobladores selváticos.

El problema parece radicar en el plazo de retorno de las inversiones, sin importar su sostenibilidad. Parece que es más fácil extraer y vender madera o petróleo, que invertir tiempo y dinero en generar cadenas productivas para el desarrollo de actividades alternativas y sostenibles, tanto para las personas como el ecosistema.

Para Jorge Chávez, ex presidente del Banco Central de Reserva, no existe una visión de mediano ni de largo plazo: “Cuatro años bien trabajados y el potencial inmenso de la selva se dispararía, realizando actividades que aprovechen la biodiversidad sin necesidad de exterminarla”. Para Chávez, la selva posee diversos recursos que se podrían traducir en oportunidades concretas.

En ese mismo sentido, Roger Rumrill, experto en temas amazónicos, agrega: “los gobiernos prefieren las actividades extractivas y la inversión en carreteras y puertos, porque se manejan grandes presupuestos que se prestan fácilmente a la corrupción de autoridades. En cambio, en piscigranjas, que manejan presupuestos exiguos, ¿a quién se podría sobornar, si todo se va en capital de trabajo? Las carreteras en San Martín solo sirven para el narcotráfico”.

Pero quizá no sean las únicas razones. Para algunos parece ser que el petróleo tiene más valor que las papayas.

LA RAÍZ ES EL MODELO

En el año 2000, el número de lotes para explotación de hidrocarburos en el país ascendía a seis. En el 2006 la cifra se disparó hasta 51. El año de las cumbres mundiales (2008), sumaban 81. Si medimos esa cifra en términos de superficie, tenemos que el 72% del Perú está lotizado para extraer petróleo. El 67% de la cuenca amazónica —que incluye a los países amazónicos— destinada a explotación hidrocarburífera, es del Perú.

En el mapa de lotes de hidrocarburos de Perú-Petro (que está en inglés en su portal web), se comprueba que incluso la plaza de armas de Iquitos está lotizada. Contradictoriamente, las concesiones forestales, que buscan explotar de manera sostenible el principal recurso de la Amazonía, solo suman el 10% del territorio nacional.

Para los economistas Richard Webb, Óscar Ugarteche, Raúl Mauro y Jorge Chávez, el problema es bastante claro: el modelo de desarrollo peruano pone por encima del resto de industrias la exportación de materias primas de carácter extractivo. Modelo, por cierto, de sostenibilidad incierta y discutible.

Según Mauro, en los últimos años los gobiernos han llevado el modelo al límite: “no puede ser que la única manera de hacer crecer al dios PBI sea depredando los recursos naturales y hostigando a la población. Eso no es viable ni económica ni socialmente, como vemos en Bagua. A este paso, en una generación nos quedamos sin selva”.

Para los analistas, irónicamente, cortamos los últimos pulmones del planeta para tener con qué seguir contaminándolo. Según Ugarteche, “si seguimos así, el planeta no aguantará ni siquiera 20 años más (...) cosa que ya está siendo entendida por algunos países desarrollados que buscan la manera de cambiar la matriz energética del mundo. O envenenamos más el aire de nuestros hijos, o nos vamos en bicicleta al trabajo”.

Sin embargo, para el antropólogo Juan Ossio —que ha asesorado a los presidentes Toledo y García en temas amazónicos— “la única manera de desarrollar la selva es con grandes inversiones privadas porque el Estado no tiene los recursos”. Para él, no solo es inevitable sino deseable: “dejar la selva como está, es dejar a los nativos en manos de los taladores ilegales, el narcotráfico y los colonos. La única manera de protegerlos es teniendo el control”.

A pesar de que es difícil que un representante del Gobierno admita la tesis de Ossio, Iván Hidalgo, presidente del programa Juntos, que administra los principales programas sociales del Estado, le da la razón: “para sacar de la pobreza a las zonas rurales de la selva se necesita que entren a operar más transnacionales, para que a través de sus programas de responsabilidad social se generen oportunidades laborales”. Le preguntamos a Hidalgo si no había otra alternativa. Hidalgo contestó: “hay demasiada pobreza, el país está en vías de desarrollo, necesitamos energía para seguir creciendo. No existe otra posibilidad. Lo demás es utopía”.

Para Mauro, si queremos seguir impulsando este modelo, como pasó en EE.UU., se necesitarán crear reservas en las que se agrupe a los nativos, pequeños territorios en los que sí se respeten sus derechos. Pero, como reconocen Webb y Pedro Pablo Kuczynski, las reservas terminan convirtiéndose en campos de concentración donde reinan el alcohol, las drogas y la prostitución.

¿HAY ALTERNATIVAS?

En 1996, Kurt Holle y Eduardo Nycander, propietarios de Rainforest Expeditions, firmaron un contrato con los nativos de la comunidad de Infierno (Madre de Dios), en el que se comprometieron a repartir el 60% de las utilidades de su albergue Reserva Amazónica con los comuneros. Según Mario Napravnik, gerente de operaciones de Rainforest “si tu interés es que el negocio dé frutos, no tendría sentido aprovecharnos de los comuneros. Si tú llegas a comprender su filosofía, y ellos la tuya, y ambas llegan a puntos en común, habrás descubierto la razón de por qué este proyecto funciona y otros no”.

¿Cómo se desarrolló una relación feliz entre Rainforest e Infierno?: “Le preguntamos a los comuneros qué es lo que querían hacer, a partir de eso, nosotros buscamos el mercado. Complementamos nuestras visiones, y ambos salimos ganando”, dijo Napravnik.

A partir de esta reflexión, ¿qué posibilidades tiene la selva sin necesidad de atropellar la cultura y el ecosistema? José Koechlin, presidente de la cadena de hoteles Inkaterra, que ha investigado e inventariado las plantas y animales que existen en las 10.000 hectáreas que posee su hotel en Tambopata, señala que existe una alternativa para utilizar el bosque sin depredarlo: los bonos de carbono.

Según Koechlin, en diciembre se establecerá en Copenhague (donde se reunirán los países que firmaron el Protocolo de Kioto) el valor de una hectárea de bosque sin deforestar, que podría alcanzar los US$5 en base a su capacidad de captura de carbono. Roger Rumrill, coincide con él: “El valor se negociará en la bolsa, pero podría ser mucho más. Nos pagarán solo por no talar el bosque”, dice Rumrill.

Se tratará de dar un paso más allá. No solo se premiará la reforestación y la inversión en negocios sostenibles en países en desarrollo, como se viene haciendo, sino que garantizará la subsistencia del bosque. Según Rumrill, si sumamos los 67 millones de hectáreas de árboles que posee el Perú, la selva podría producir una renta de US$335 millones, monto que, sumado a la industria del turismo ecológico que se podría generar en un bosque intacto —en Madre de Dios existen albergues que facturan entre US$1 millón y US$2 millones al año—, podría superar los US$411 millones que en el 2008 recibieron las regiones amazónicas por concepto del canon.

¿Qué ha hecho el Gobierno al respecto? Nada.

DINERO VIVO

Cualquier modelo de desarrollo debe incluir por principio la visión de bienestar de las comunidades. Sin entrar en reflexiones antropológicas, y solo hablando en términos de renta, es posible darle valor al bosque sin destruirlo.

LA SELVA

Famosa y desconocida

Lamentablemente y pese a que existen muchas investigaciones, la selva sigue siendo una gran desconocida, como pudimos comprobarlo al elaborar este informe. Célebres y hoy famosos y muy mediáticos técnicos que se desempeñaron en muy altos e importantes cargos dentro del Estado (incluyendo cabezas de ministerios), así como reconocidos y respetados académicos consultados tenían algunas ideas vagas sobre la selva, pero nada muy concreto. “No sé muy bien qué alternativa hay”, nos dijo incómodo uno de ellos, “porque es una zona muy extensa y de densidad poblacional muy baja”. La selva representa dos terceras partes del Perú, pero solo parece contar cuando hay algo que sacarle que puede ser vendido.

IRONÍA DEL DESARROLLO

Crecimiento y pobreza

Para conocer los datos de pobreza, esperamos alrededor de un año y medio, mientras que no pasamos un mes sin cifras del PBI. Ese dato, en sí mismo, ya es una estadística. Para Raúl Mauro, no podemos pretender querer ser como EE.UU. sin que nos quedemos sin selva.

Para él, el Perú debe buscar su propio modelo de desarrollo, que no necesariamente debe estar basado en el crecimiento impulsado por el consumo. Para entenderlo basta con leer el texto de un apu de la selva: “En Bogotá fui a ver cómo vivían los ricos. Se levantan, miran el paisaje, se bañan en la piscina y, sin prisa, conversan con su mujer e hijos quienes van a un colegio donde les enseñan al gusto del padre. El hombre pasea por su hacienda pega unos tiros a las aves, duerme tras la comida o pinta. Luego, bebe unos tragos y baila. Yo vivía así antes del desarrollo”

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