Una de las primeras historias que encontré al visitar los distritos más alejados de nuestra serranía, es el hecho de que los profesores de las escuelitas primaria o secundaria, asisten en el mejor de los casos tres de los cinco días de la semana. Son los profesores de los miércoles. O profesores de miércoles, sencillamente.
La razón de esta triste calificación radica en que al parecer, buena parte de los profesores no siempre son asignados a escuelas que se ubican en comunidades cercanas a su zona de residencia. Por ejemplo, un profesor crecido, formado y graduado en Cerro de Pasco puede terminar enseñando en un pueblito de la ceja de selva oxapampina. O hay casos de limeños que pueden terminar enseñando en alguna región lejana de Puno o Cajamarca, o bien Huancayo. O trujillanos que enseñan en las serranías liberteñas. Y así, sucesivamente.
Lo anterior no tendría porque ser necesariamente malo. Un profesor formado en la ciudad capital o en la costa, se esperaría que tuviera una mejor formación que la de otro profesor formado en otro lugar. No obstante, el problema es que muchas veces estos maestros, en la medida que la escuela es la única institución del Estado en las zonas mas alejadas de nuestro país, no siempre se quedan a pasar su fin de semana en el lugar que les toca enseñar. Con ansias esperan los días jueves para preparar sus maletas para tomar su bus el viernes temprano, dejando a los niños jugando o bien trabajando en la chacra de sus padres. Y por supuesto, luego de haber visitado a su terruño, estos profesores vuelven a su trabajo tomando el bus muy tarde el domingo, o bien temprano los lunes. Técnicamente, empiezan a trabajar los martes. El día de mayor productividad, que es en el que avanzan en los contenidos oficiales, llega a ser el miércoles.
Con este tipo de fenómenos, nuestro país se ha mantenido estancado ya varias décadas. Cientos o miles de estudiantes se han quedado en el anonimato por causa de una educación muy deficiente, donde el profesor no asiste a su horario regular de trabajo la mayor parte del año.
Es en este marco que quiero citar un reciente estudio de GRADE (descargar aquí pdf) que ha publicado los resultados del programa META (Mejor Educación a través de más Tiempo en el Aula) donde se prueba como los incentivos monetarios pueden explicar un aumento de la asistencia docente (hasta en 17 días respecto del grupo de control). Es algo perfectamente posible en un pais como el nuestro donde los salarios de los profesores son bastante bajos.
No obstante, el segundo hallazgo es el que me pareció más revelador: el aumento de la asistencia docente no necesariamente sirve para mejorar el rendimiento escolar (salvo para los alumnos de quinto año de secundaria). Esto se puede explicar por la pobre formación que en general tendrían buena parte de los docentes en nuestro país. Algo que ha sido demostrado por la prueba docente hasta en un par de oportunidades de manera muy elocuente.
De acuerdo con estos resultados, los autores recomiendan (págs. 59-60):
- "... sugerimos que se continúe incentivando la asistencia docente, pero al mismo tiempo que se desarrollen programas de profesionalización que permitan que los profesores orienten sus tareas a mejorar su rendimiento en comprensión de lectura y matemática"
- "Todo programa de incentivos a docentes debería estar atado a la nueva carrera pública magisterial, de modo que no sea un evento aislado sino orgánico en una reforma educativa".
Ojalá se asimilen algunas de estas recomendaciones para la mejora de la educación de la infancia peruana.